Tiene apenas 16 años, un elo cercano a los 2700, una biografía ya publicada en forma de libro, y un grado de experiencia poco común para un ajedrecista de su edad: en estos momentos se mide a la flor y nata del ajedrez mundial en el torneo Corus de Wijk aan Zee y es el Candidato más joven de la historia en la lucha por el Campeonato Mundial. Aunque el mundo del ajedrez está acostumbrado a la esporádica aparición de niños prodigio, la figura de Magnus Carlsen y su explosiva irrupción en la élite sigue sorprendiendo a propios y extraños.
Lo primero que me llamó la atención de Magnus cuando le conocí y hablé con él en persona por primera vez –y estoy hablando de hace algo más de dos años- fue su tremenda y desconcertante madurez. O al menos, como tal interpreté su seriedad, su forma de meditar las palabras, y su mirada escudriñadora, que me hicieron sentir más observado que observador, a pesar de que ése era supuestamente mi papel. Queda claro desde el primer momento que uno no está tratando simplemente con "un niño con un talento especial", sino con un muchacho con una inteligencia privilegiada que sale a relucir en muchos aspectos de su vida, y no sólo en el ajedrez. Si bien de entrada se muestra un poco receloso cuando es abordado por un periodista, no sufre de excesiva timidez ni de ningún tipo de "fobia social", como es el triste caso de muchas otras jóvenes estrellas. Al contrario, el sano ambiente familiar que le rodea (suele viajar acompañado de sus padres, y a veces hasta de sus hermanas) ha hecho de él un chico equilibrado, simpático, y de trato cordial.Los imparables progresos de Carlsen, que le han llevado a ostentar actualmente el puesto 24 del ranking mundial, resultan especialmente asombrosos si se tiene en cuenta lo relativamente tarde que se inició el noruego en los secretos del ajedrez. De hecho, podría decirse que el lapso de tiempo en que Magnus pasó de aprender a mover las piezas a convertirse en Gran Maestro fue de sólo cinco años, un registro que no tiene parangón ni siquiera entre otros precoces prodigios de su talla, como Karjakin.Su padre, Henrik, es un jugador de club, un aficionado normal y corriente cuyo enorme entusiasmo y amor por el ajedrez está por encima de su nivel de juego. Fue él quien por primera vez colocó a Magnus frente un tablero, cuando éste tenía cinco años de edad. Sin embargo -y aquí está lo curioso-, el pequeño de los Carlsen no mostró ni mucho interés ni excesivas aptitudes para el juego, y el primer intento de Henrik concluyó en abandono por su parte. Tras ese desalentador comienzo, nada hacía presagiar que tiempo después toda su vida giraría en torno a sesenta y cuatro casillas."Pero el cerebro puede ser usado de muchas otras formas. La familia Carlsen había sido siempre muy consciente en cuanto a proporcionar desafíos intelectuales a sus hijos, y pronto se hizo evidente que Magnus tenía extraordinarias cualidades para el pensamiento analítico", afirma su entrenador y biógrafo, Simen Agdestein, en el libro "Wonderboy". Desde los dos años de edad Magnus se sentía fascinado por los puzzles y los juegos de construcción, y podía pasar horas enteras ensimismado con ellos, con una concentración y seriedad poco común en un niño tan pequeño. Más adelante, cuando el colegio le hizo descubrir las matemáticas, se destacó por su facilidad para resolver cálculos en su cabeza, "a la ciega", y poco a poco salió a relucir también su portentosa memoria: "a los cinco años se sabía de memoria la extensión, población, la bandera y la capital de todos los países del mundo", relata admirado Agdestein.Cabe pensar que, con tales cualidades, y siendo su padre tan aficionado, sólo era cuestión de tiempo que el ajedrez volviera a cruzarse en su camino: inquieta pensar la figura que hubiera perdido nuestro deporte de no haber sucedido así. Pero por suerte para los aficionados, Magnus se reencontró con el ajedrez ya cumplidos los ocho años, y desde entonces pasó a ocupar el primer lugar en su lista de intereses. Comenzó a participar en torneos infantiles, y quizá eso fue el acicate que necesitaba. "El mejor rasgo de mi carácter es mi capacidad para concentrarme en los pocos asuntos que despiertan mi interés", declaró Carlsen recientemente. Y está claro que con el ajedrez sucedió así.A los nueve años leyó, junto con su padre, su primer libro de ajedrez, que dejó una profunda huella en él, hasta considerarlo aún hoy en día el que más le ha marcado como jugador: se trata de la obra de Bent Larsen "Encuentra el plan". A éste le siguió el compendio de Eduard Gufeld sobre la Dragón y, ya con posterioridad, la colección de partidas de Vladimir Kramnik.Poco tiempo después de estas primeras lecturas tuvo lugar una afortunada coincidencia, que sin duda contribuyó a acelerar el proceso de aprendizaje de la estrella en ciernes. Magnus coincidió en el torneo de Gausdal con quien sería su futuro entrenador, Simen Agdestein, quien había conocido a su padre muchos años atrás cuando ambos eran miembros del Asker Chess Club. "La familia Carlsen vivía en Lommedalen in Bærum, a 15 kilómetros al oeste de Oslo, y muy cerca de donde yo trabajaba como profesor de ajedrez en la Universidad Noruega para Deportistas de Élite", cuenta éste. Agdestein le buscó un entrenador al joven prodigio, Tørbjørn Ringdal Hansen, y prestó desde ese momento una especial atención al aprendizaje del niño, convirtiéndose él mismo en su tutor pocos años después.Sus progresos fueron firmes en los años siguientes, y en el 2001 ya figuraba en las listas elo con una puntuación de 2064, pero midiéndose con éxito frente a rivales cada vez más fuertes. Con 11 años, en esa etapa vinieron también sus primeros viajes al extranjero para participar en torneos open, un paso que no hubiera sido posible sin el apoyo familiar con el que contaba su afición. También, a inicios de 2002, recibió por primera vez la modesta contribución de un patrocinador privado: Magnus ya era el jugador noruego más prometedor de su edad, atesoraba una cierta fama local, y Agdestein, junto con su padre, llegó a un acuerdo con la empresa de informática Computas. Fue un trato muy inteligente y completo, que demostró que Agdestein no sólo tiene talento para el ajedrez y el fútbol (puede presumir de haber sido profesional y haber representando a su país en las selecciones nacionales de ambos deportes), sino que también domina los secretos del márketing: Esta empresa aportó un presupuesto de 7000 euros anuales para financiar los viajes de Carlsen a los torneos (disputó un total de 300 partidas de competición ese año), a cambio de la publicidad y de algunas otras contraprestaciones, como que el chico ofreciese algunas simultáneas a los empleados de la compañía, o que Simen les diese alguna clase de ajedrez. Los resultados de Magnus se publicaban mensualmente en los boletines internos de la compañía, con lo que podría decirse que todo el personal de esta empresa se involucró en seguir su carrera.Animados por esta temprana muestra de apoyo, la familia Carlsen dio un paso adelante muy valiente, que sin duda marca un punto de inflexión en la carrera del joven ajedrecista: Durante todo el 2003, Magnus dejó de asistir al colegio, y se dedicó plenamente a competir en torneos. Esta decisión fue muy polémica, ya que algunas personas opinaban que sus padres estaban sacrificando su educación en pos de convertirle en una máquina de jugar al ajedrez. Pero nada más lejos de la realidad. "El plan de mis padres siempre había sido tomar un año libre para viajar y enseñarnos el mundo a sus hijos. Así que ese año fue una buena oportunidad para hacerlo, tanto para mí como para mi hermana y ellos", cuenta Magnus. "Si íbamos a realizar nuestro sueño, tenía que ser en ese momento", comentan ellos.Para cumplir ese objetivo, la familia no escatimó sacrificios. Vendieron su segundo coche, metieron todo su equipaje y los libros escolares en el vehículo familiar, y pusieron su vivienda en alquiler por un año, para poder costearse los viajes. Así recorrieron prácticamente todo el continente, en un largo periplo que les llevó de Noruega a Europa de Este, siempre de torneo en torneo y de museo en museo. "Hubo incluso demasiada cultura para mi gusto. Pero cuando me cansaba, siempre utilizaba la excusa de que tenía que entrenar para poder escabullirme", cuenta. Así fue que, mientras sus padres y su hermana asistían al ballet en el legendario teatro Bolshoi de Moscú, Magnus se escapaba al cibercafé más cercano para jugar partidas rápidas por internet. "Realmente no eché de menos la escuela. No aprendo demasiado durante las clases normales, es más efectivo cuando mis padres me enseñan. Por supuesto entiendo el problema que tiene un profesor que tiene que atender a 30 alumnos, pero para mí es frustrante y me siento poco estimulado por estar la mayor parte del tiempo esperando. Me hace perder la motivación", explica Magnus con una madurez pasmosa. "Magnus habla como si tuviera 18, y juega como si tuviera 25, pero increíblemente, ¡no tiene más que 12 años!", declaró a la prensa uno de sus primeros tutores.Los resultados fueron incluso mejor de lo esperado. Su mayor éxito en ese año de viajes constantes fue la medalla de bronce en el Campeonato de Europa sub-14 y el título de Maestro Internacional, pero el verdadero fruto a su trabajo se recogió a inicios de 2004, cuando en el transcurso de apenas cuatro meses hizo una detrás de otra las tres normas necesarias para obtener el título de Gran Maestro. Y lo logró de forma tan expeditiva y con tanta suficiencia que cabe incluso preguntarse cómo un jugador de su fuerza no alcanzó esta distinción ya en el año anterior.La cadena de éxitos comenzó en enero, cuando tuvo ocasión de participar en el grupo C del torneo Corus de Wijk aan Zee. Por primera vez se alzó con la victoria en un torneo cerrado de cierta categoría, y además lo hizo a lo grande: con 10½ puntos en 13 partidas –sólo perdió frente a Dusko Pavasovic-, realizó una performance elo de 2702, y obtuvo a los trece años su primera norma de Gran Maestro. Dejó también para el recuerdo alguna partida memorable, como su encuentro de la penúltima ronda frente al holandés Sipke Ernst, que le valió el premio del público a la partida más brillante de la jornada, un premio que toma en consideración todas las partidas de los grupos A y B, y que muy rara vez ha sido otorgado a un encuentro disputado en el grupo menor.Este éxito tuvo mucha resonancia, y por primera vez Magnus saltó a la primera plana de la actualidad ajedrecística. Lubomir Kavalek columnista del Washington Post, lo describió como "el Mozart del ajedrez", y lo mismo hicieron publicaciones de medio mundo. Especialmente desmedido fue el interés despertado en su país, Noruega, donde al no haber muchas otras estrellas en ningún deporte, los éxitos de Magnus le han convertido en el centro de atención. “Me gustaría tener menos contacto con los medios”, explica. Y es que Carlsen, como Fischer, prefiere la compañía de otros ajedrecistas: “Pienso que es mejor y más interesante ser entrevistado por otros jugadores de ajedrez que por periodistas. ¡Siempre me hacen las mismas preguntas!”, se queja.Su siguiente compromiso, el Open Aeroflot en Moscú, le reportó la siguiente norma de Gran Maestro. Alexander Bach, organizador del torneo moscovita, había estado presente en Wijk aan Zee, y cautivado como todos por el asombroso resultado de Magnus, decidió invitarle ofreciéndole las mismas condiciones que a las grandes estrellas, otorgándole además un papel protagonista en la ceremonia de inauguración y en los programas de televisión emitidos sobre el evento. Carlsen pudo conocer en persona a varias de las figuras históricas del ajedrez, como Boris Spassky y Vasili Smyslov, y se convirtió él mismo en uno de los grandes atractivos del torneo. "La 'fiebre por Magnus' explotó en Rusia durante su partida frente a Dolmatov", cuenta Agdestein. "Los espectadores se amontonaban alrededor de su mesa, y las exclamaciones de admiración se susurraban en ruso por todas partes. Alexander Nikitin, el antiguo entrenador de Kasparov, no podía contenerse y asentía constantemente con admiración. 'Nunca había visto a un chico de 13 años jugar tan bien', le dijo luego a Dirk Jan Ten Geuzendam. 'La única comparación posible es con Kasparov a la misma edad', añadió. '¿Y qué hay de Karjakin?', le preguntó el editor de New in Chess. 'Olvídalo, él simplemente estudia un montón. El de Magnus es talento del de verdad'". El noruego terminó el torneo con un notable resultado de 5½ puntos en 9 partidas y una performance de 2660, asegurándose su segunda norma ya en la penúltima ronda de la prueba.Sin embargo, el verdadero terremoto mediático se desataría un mes más tarde, cuando Magnus participó en un torneo de partidas rápidas en Reykjavic donde por primera vez se vería las caras con los dos grandes dominadores del panorama mundial a lo largo de las décadas precedentes: Garry Kasparov y Anatoli Karpov. Era un torneo que se disputaba en dos fases, consistiendo la primera en una liguilla en varios grupos de los que se clasificaban dos jugadores, que luego disputaban el resto del torneo mediante eliminatorias a dos partidas. Carlsen quedó encuadrado en el mismo grupo que Karpov y, gracias a una inexactitud de éste, consiguió anotarse la victoria y clasificarse como primero de su grupo. Ajeno al revuelo que causó este resultado, "Magnus durmió tranquilamente esa noche durante 12 horas, teniendo que enfrentarse en la ronda siguiente –la primera eliminatoria- nada menos que a Garry Kasparov", relata admirado Agdestein. Y al día siguiente, frente a la multitud de cámaras de televisión enviadas a cubrir el encuentro, estuvo a punto de repetirse la historia: Con blancas, el prodigio noruego obtuvo una posición ventajosa, que el propio Kasparov calificaría luego como "ganadora", a pesar de que sus fenomenales recursos defensivos le permitieron salvar el empate. La segunda partida, en la que Magnus llevaba negras, cayó del lado del legendario campeón ruso. "¡He jugado como un niño!", exclamó Magnus con decepción, para asombro de los periodistas presentes que utilizaron la cita en sus titulares.Tras semejantes alardes, nadie se vio sorprendido cuando el mes siguiente, en el VI Open de Dubai, Carlsen obtuvo su tercera y definitiva norma de Gran Maestro, de nuevo a falta de una ronda. Se convertía en la persona más joven del momento en ostentar ese título, con 13 años, 4 meses y 27 días, aunque el record absoluto en conseguirlo sigue estando en manos del ucraniano Sergey Karjakin, que lo logró a los 12 años y 7 meses.Los siguientes resultados no desmerecieron en absoluto la impresión de que Magnus está llamado a ser el jugador más a tener en cuenta durante los próximos años, y su presencia entre la élite se ha convertido en algo cotidiano. En el Festival Drammen disputado en las navidades de 2004-05, Carlsen, derrotó a Alexei Shirov, su primera victoria a ritmo lento sobre un jugador de la super-élite. En junio de ese mismo año también tuvo ocasión de disputar en León un match de partidas semirápidas frente a Viswanathan Anand, perdiendo en esta ocasión por 3-1. Y en octubre se impuso en el Memorial Arnold Eikrem en Gausdal (Noruega), con 8 puntos de 9 posibles y una performance elo de 2792, lo que habla a las claras de su tremenda efectividad cuando se enfrenta a rivales ligeramente inferiores a su nivel.A finales de 2005 participó en la Copa Mundial en Khanty-Mansiysk (en Siberia, Rusia). Carlsen derrotó en las eliminatorias a Zurab Azmaiparashvili, Tajik Ammonatov e Ivan Cheparinov, siendo frenado entonces por 1½-½ frente a Bareev. Pero entonces se impuso a Joel Lautier y Vladimir Malakhov, asegurándose así una de las plazas clasificatorias para los matches de Candidatos, a pesar de la postrera derrota frente al estadounidense Gata Kamsky. De esta forma, y con su presencia en los matches de candidatos garantizada, Carlsen se convirtió en el jugador más joven en colocarse, oficialmente, en el camino hacia el título mundial. Y resulta difícil aventurar hasta dónde puede llegar en esa carrera.Aunque su escalada en la élite no puede seguir, lógicamente, la progresión meteórica que ha mantenido hasta ahora, los buenos resultados le siguen acompañando, a pesar de medirse cada vez a una oposición más dura. En el año 2006, por ejemplo regresó a tierras Islandesas para disputar de nuevo un torneo de partidas rápidas, imponiéndose esta vez en al final a Viswanathan Anand –merecidamente reputado como el mayor especialista del mundo en esta modalidad- por el resultado de 2-0. En la olimpiada de Turín, defendiendo el primer tablero noruego, realizó de nuevo una performance estratosférica, de 2820 puntos. Y también en 2006 compartió triunfo en el grupo B del torneo Corus de Wijk aan Zee, lo que le ha valido estar presente este año en el grupo principal. Pocas veces antes un ajedrecista de su edad había causado semejante respeto entre sus colegas
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